• Escrito por Russell Friedman
  • Traducido por Grace Frank

 

Una esponja no puede diferenciar entre un veneno peligroso y un néctar dulce. Absorbe cualquier líquido con el que entra en contacto. Los niños son como esponjas. No pueden distinguir el valor de la información en la que están inmersos, especialmente cuando son muy pequeños. La información en todos los temas- correcta o incorrecta, buena o mala,- es absorbida por infantes, niños pequeños y preescolares sin que tengan la capacidad de determinar su valor. Por la influencia incontestable representada por los padres u otros cuidadores, el impacto de la información entrante es poderoso y tiene un efecto de por vida en los niños. Mas tarde en la vida, las personas hacen grandes esfuerzos para componer los errores en su pasado, usualmente con un éxito limitado. Las raíces de mi información vieja y refundida son muy difíciles de localiar, excavar y muy problemáticas de reemplazar. Como padres invertimos importantes cantidades de tiempo, energía y dinero para educar a nuestros hijos y prepararlos para la vida. Les enseñamos a leer, escribir y hacer matemáticas.   Les damos un juego de herramientas para asegurar su sobrevivencia y la habilidad para adquirir las cosas que les ayudarán un paso feliz y seguro por la vida. La adquisición de habilidades para mejorar la vida mejoran las probabilidades de éxito.

 

Por otro lado, es dolorosamente claro que la ausencia de esas herramientas pueden limitar o reducir la calidad de vida.   Pero el leer, escribir y aritmética, mientras son muy importantes, no representan todas las herramientas que los niños necesitarán para vivir bien sus vidas. Tristemente, no le damos una cantidad de tiempo y energía igual o proporcional al tema de como manejar las pérdidas. En ninguna otra área de la vida la información crucial tiene consecuencias mas importantes que en nuestra respuesta emocional ante las pérdidas y los demás eventos que producen dolor emocional. El duelo, aunque es poco frecuente, es universal e inevitable. No hay manera de escapar a sus garras. Repetimos, las pérdidas son inevitables. Ocurrirán sin importar nada. No podemos escudar a nuestros hijos de los efectos devastadores emocionalmente de los eventos dolorosos.

Esa omisión crece con el hecho de que solo les podemos enseñar lo que sabemos . Al haber sido pequeños esponjas nosotros también, almacenamos en los recovecos de nuestra mente la información –o la falta de la misma- que se nos mostro o enseño cuando éramos pequeños. Si la información que guardamos acerca del manejo de pérdidas y duelo es incorrecta o inadecuada, eso es lo que les pasaremos a nuestros hijos.

Normalmente, cuando nos acercamos a una situación acerca de la cual no tenemos conocimientos, muy diligentemento investigamos el tema y encontramos la información existente sobre el tema, para poder formar nuestra propia opinión.

Pero, cuando llegamos al tema de duelo y recuperación de nuestras pérdidas emocionales dolorosas, tendemos a buscar solamente en los archiveros de nuestra mente. Como el tema ha estado vedado por tanto tiempo, generalmente no tenemos herramientas completas y efectivas para manejar el duelo.

Esto no es un golpe a nuestros padres, religiones, o nuestra sociedad en general. Esto es solamente una observación. Ninguno de nosotros les daríamos veneno intencionalmente a nuestros hijos. La clave aquí es adquirir y pasar una mejor guía. Probablemente necesitaremos exprimir nuestras viejas esponjas, ver que tipo de información sueltan y después reemplazarla con aquellas que mejorarán la vida y no la limitarán. Para nuestras pequeñas esponjas… uppps para nuestros niños.