¿Recuerdas cuando estabas tan enamorado que hasta tu te dabas cuenta que tus pensamientos y actos eran medio tontos? Y si no tu en lo personal, puede que recuerdes observar como amigos o familiares, tan cegados por el amor que los consideraste hasta inocentones.

De cualquier forma, probablemente estés dispuesto a conceder que la flecha de cupido adormece el intelecto, bajo las redes románticas del corazón.

Cuando se encienden los fuegos del romance, los pies de las personas apenas tocan el suelo, excepto para impulsarlos más a las alturas. Su pensar se vuelve con frecuencia distraído para otras áreas de la vida. Existen referencias para este tipo de locura natural tan lejanas como lo es el inicio de la historia del comportamiento del ser humano.

Hay industrias enteras que viven bajo el mantel del amor romántico, causando una lluvia anual de flores y chocolates cada 14 de febrero. Cada año volvemos a bailar al ritmo de los comerciales que nos recuerdan abrir nuestras billeteras a nuestro ser más romántico. Es de dudar si Tiffany’s y otros joyeros serían tan exitosos si no ocurriera la reducción en inteligencia financiera causada por las emociones del amor.

Tendemos a lanzar cualquier precaución intelectual al viento, mientras nos lanzamos a los ritos del cortejo, que conducen al matrimonio y la familia. Hemos aprendido a tolerar en nuestros amigos y parientes, y espero que , con el tiempo, ellos devuelvan el favor. Si, y no olvidemos que además, el amor es ciego.

El amor no tiene una precisión intelectual, pues después de todo, se trata del amor. Es una emoción desenfrenada. El amor no tiene lógica, por ello se le llama amor y no lógica.

Si todos podemos estipular eso, como dicen los abogados, entonces podremos ayudar a iluminar otro aspecto emocional del ser humano.

Recientemente celebramos otro día de San Valentín, con el intercambio de regalos y de dulces sentimientos, el localidades tan variadas que van desde preescolar hasta centros de asistencia para ancianos. Pero quizás celebrar no es la palabra adecuada para todo mundo.

Para millones de personas, este año es el primer día de San Valentín desde que su “Valentín” murió. Para otros millones, es el paso del primer San Valentín después de un divorcio o un rompimiento en alguna relación romántica. Para ellos no fue celebración, sino dolor emocional.

Las amorosas flechas de cupido son imágenes bellas y poéticas. Pero no siempre pensamos en aquellos en medio de nosotros que tenemos otro tipo de flechas en nuestros corazones, las dolorosas flechas clavadas por las pérdidas que parecen ser casi insoportables.

El duelo o dolor emocional produce enormes cantidades de energía emocional. Los dolientes tienen grandes dificultades para concentrarse. Los dolientes no siempre toman buenas decisiones, pues es difícil pensar bien cuando el corazón está destrozado. El paralelismo entre el amor y el duelo es que ambos provocan emociones masivas, pero ninguno de ellos ocasiona lógica intelectual.

Ni para quienes viven los días posteriores a una muerte o un divorcio tiene sentido las emociones y las acciones provocadas por el duelo. El dolor de la pérdida, aunado al sentimiento que ese dolor será permanente es muy difícil de soportar. Las personas en duelo continuamente reciben remedios intelectuales en un intento de hacerles sentir mejor. Les dicen, vez tras vez, que no se deben sentir del modo en que se sienten, aun cuando algo muy triste les haya sucedido. Eso es lo que les motiva a aislarse, por autoprotección… y con frecuencia les hace sentir que tienen algo mal.

Lo que nos tenemos que preguntar es “¿por qué les permitimos a las personas que sean emocionales al enamorarse, pero no en el duelo? Las emociones dolorosas no son más lógicas que las del enamoramiento. El dolor emocional también es ciego, y nos ataca en un sinfín de maneras.

Sin la tristeza no puede haber la percepción de la alegría. Piensa en las máscaras del teatro, una cara feliz y una triste. La tristeza y la alegría son las piezas centrales de las emociones humanas. Las necesitamos a las dos.